Su hablar es inconfundible, marcado por rasgos distintivos que lo hacen único. Si bien la juventud maracucha incorpora ocasionalmente frases foráneas en su comunicación, buscando estar "a la moda", su acento, expresiones coloquiales y uso particular del lenguaje los diferencian del resto del país. Esta peculiar forma de expresarse a menudo despierta la admiración de quienes visitan la región.

Las expresiones contemporáneas de los jóvenes maracuchos fusionan el vocabulario del español estándar con un inconfundible toque regional y coloquial. Entre las más comunes figuran "vergación" para enfatizar o expresar sorpresa, "mialma" como apelativo cariñoso, y "sevillo" en lugar de "sifrino" para señalar algo trivial.
La recurrencia a refranes añejos y a una terminología ingeniosa y sensible persiste con fuerza. A pesar de la evolución constante, incluso en las tendencias y el habla local, esta tradición se revitaliza con cada repetición, afianzándose en el lenguaje cotidiano.

Es frecuente que el maracucho ignore sinónimos, prefiriendo la contundencia de sus propias palabras. Así, lo áspero se describe como "cascarrañoso", el chismoso es un "brollero", lo sucio se tilda de "curtido" y quien habla sin sustancia es un "bocón". Frases como "chan con chan", "¿cómo hicieras vos?", "está hecho verga" o "ese sí es pleitisto" son sellos lingüísticos de la región.

Los años pasan, las modas se transforman, pero la esencia lingüística del maracucho se mantiene inalterable. Sus términos, refranes y modismos son señas de identidad imborrables, pilares de su idiosincrasia. Los adjetivos propios de su hablar perviven en el léxico, incluso entre los jóvenes que adoptan tendencias de vestir contemporáneas. No es extraño escuchar exclamaciones como: "¡Ese sí es farfullo!" o "¿Dígame ese sí es lambucio!".
En cualquier contexto, se puede armar un "foleo" donde haya un "gorogoro", alguien "pericuo" o que haya estado "jochao". Estas son solo muestras de un lenguaje maracucho que aún resuena con fuerza, especialmente en sectores populares como el emblemático Mercado Principal y barrios históricos como El Saladillo y Santa Lucía.
Los maracuchos se entienden
Para muchos visitantes nacionales y extranjeros, escuchar las conversaciones cotidianas en esta moderna ciudad resulta desconcertante, dejándolos "en la luna" ante una forma tan original de comunicar.

El repertorio léxico maracucho incluye términos y expresiones como "cortar las patas" (contarlo todo), "birras" (cervezas), "echarle pichón" (ponerle empeño), "ladilla" (fastidio), "corotos" (objetos), "mamar gallo" (bromear), "anotarse" (participar), "tener fogaje" (tener calor), "templao" (enamorado), "¿qué hubo, compadre?" (saludo), "patatús" (desmayo), "na’guara" (exclamación de sorpresa o asombro), "calentar la oreja" (hablar mucho), "caribear" (comer en exceso), "merengada de tubo" (batido económico), "beta" (información), "radio loco" (rumor), y "¡guácala!" (expresión de asco),
Otras como "estás pintado en la pared" (eres ignorado), "¡háblame!" (presta atención), "gozar un puyero" (disfrutar mucho), "jurungar" (revolver), "echarse los palos" (beber alcohol), "labia" (habilidad para convencer), y "jalar mecate" (ser influenciado). son entre tanto las que más se utilizan en la cotidianidad.
Una curiosidad lingüística maracucha se relaciona con la antigua moneda de cinco céntimos, hecha de cobre y conocida como "cobrito". De allí surgió la popular expresión para referirse a alguien adinerado: "fulano tiene muchos cobres".
La vigencia inagotable de los refranes maracuchos
Los refranes maracuchos, esas frases típicas que enriquecen la conversación, son expresiones coloquiales que destilan la cultura y el humor característico de la región zuliana.
Comunes en el día a día de los maracuchos, estas píldoras de sabiduría popular se utilizan en contextos informales para expresar sorpresa, disgusto, admiración o simplemente para añadir un toque local a la charla, expresiones como: "No me importa un sevillo" para indicar indiferencia o falta de relevancia hacia algo, "Ni la va ni presta la batea" para definir una situación imposible o inviable, y "¡Qué de cojones!", una interjección que denota asombro o, en ocasiones, indignación.

Estos refranes, entre muchos otros, son una parte fundamental de la identidad cultural de Maracaibo y reflejan la manera única en que los zulianos se comunican y se relacionan, añadiendo una dosis de humor y autenticidad a cada interacción. Son, en definitiva, una forma divertida y genuina de conectar con la rica cultura maracucha.
Publica Ciro Bravo/Noticia Al Día